Hallado el púlsar más cercano a un agujero negro supermasivo
Un equipo internacional liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto el púlsar más cercano a un agujero negro supermasivo conocido hasta el momento. Se trata del SGR J1745-2900, detectado por una potente emisión de rayos X desde la dirección de Sagittarius A* (Sgr A*), el agujero negro supermasivo que reside en el centro de la Vía Láctea, a unos 26.000 años luz del Sistema Solar.
Investigadores del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC) y otros centros internacionales han descartado multitud de parámetros posibles para los fotones oscuros –un tipo de materia y energía oscura– con la ayuda de las enanas blancas. En algunos aspectos, el brillo de estas estrellas moribundas aporta más datos sobre las fuerzas oscuras que los que facilitan los laboratorios terrestres.
Cuando se descubrió el primer planeta extrasolar orbitando una estrella en 1995, la comunidad astrofísica no podía sospechar que dos décadas después los estudios sobre exoplanetas constituirían uno de los pilares fundamentales de la astronomía moderna y que se habría superado el millar de planetas descubiertos, de acuerdo con los últimos datos de The Extrasolar Planets Encyclopaedia (exoplanet.eu). Con la excusa de haber alcanzado una cifra tan redonda en el número de planetas encontrados, os damos algunas claves sobre estos mundos lejanos fuera del sistema solar. Para ello contamos con las voces expertas de Hans Deeg y Roi Alonso, investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), pionero en la búsqueda de planetas extrasolares.
Hasta ahora se pensaba que las supernovas superluminosas, las más potentes explosiones estelares, se originaban a partir de estrellas supermasivas, pero según un nuevo estudio internacional es el campo magnético de estrellas de neutrones el que las puede generar. El trabajo, en el que han participado dos astrónomas del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC/IEEC), se publica esta semana en la revista Nature.
Gracias a las observaciones del telescopio espacial Hubble y el gran telescopio Keck de Hawái, científicos británicos y alemanes han analizado el polvo y los escombros que rodean a la enana blanca GD61, un remanente estelar situado a 170 años luz de distancia.