No estoy
interesado en contarte nada, ni en convencerte de nada, ni en nada en concreto,
tan solo escribo y comparto esto contigo en un arranque irracional de comunicación
íntima entre dos personas que no se conocen pero quieren relacionarse desde la
distancia y desde la cercanía de lo atípico y sin embargo presente todo el
tiempo.
Tener algo que
decir no implica que sea importante, sino vital, es esa experiencia puntual que
todos tenemos sobre la vida y que a veces plasmamos en el papel.
Estar vivo
representa el mayor desafío de toda nuestra existencia, y la necesidad de
contar qué significa para cada uno estar vivo representa la forma ideal de
transmitir cómo vemos los ´colores de la vida´.
Por lo tanto
yo solo cuento, cuento que estoy vivo y que necesito comunicarlo, necesito
decir cómo me siento y como mi mente percibe el mundo. No espero otra cosa de un
experimento vivencial que este me permita observarme mientras el hastío me
consume (como me ocurre hoy).
Y como quizá
hayas intuido, no he necesitado de ´explicaciones sobrenaturales´ ni de ´terapias
alternativas del alma o del cuerpo´ para ponerme delante del teclado y dejar que los dedos sean el testaferro de mi
mente, una mente que vacila de forma continuada y programada por su naturaleza y
que ha ido depurándose desde hace miles de años.
Y escribir,
escribir como fuente de lo inagotable, del placer íntimo de conectar mente y
mundo, percepción y posición. No me preguntes por qué lo hago, tan solo lo hago
y no necesito saber nada más. Esto es una vez más fruto del árbol de la
improvisación menos improvisada que existe. Sal de la tierra fértil que se yergue
para otear un horizonte inexistente.
La vida no
tiene ni brazos ni piernas, no se desplaza, está presente en todo lo que existe,
constituye la cualidad esencial. La vida se mueve a la velocidad de la luz e
incluso más rápido, es el medio por el cual las cualidades se transmiten y
llegan a ser. La vida es el mundo responsable de plasmar nuestro mundo, sombra
en grises del mundo anhelado. Esas y otras percepciones antagónicas anidaron por
turnos en mi mente tiempo atrás. Hoy no queda casi ni rastro de ello porque
desde el silencio de la percepción pura no hay nada que decir, nada que sentir,
nada de nada, y sin embargo el número de posibilidades es enorme.
Sé que no he
dicho nada, que describo una habitación sin suelo, paredes o techo, que me
quedo en ´tierra de nadie´. Pero no me importa, porque tan solo escribo y
describo cómo me siento cuando el hastío me recorre de arriba abajo, cuando la
necesidad de dejar vacía la mente me deja sin argumentos, cuando la paz es el
silencio.
Tengo tanto
que decirte que me faltan las palabras, la técnica, la actitud y aptitud; sin
embargo no me falta la vida, que me acompaña siempre.
Quizá el estar
vivo nos hace hablar de la vida como una cualidad que nos permite ser lo que
somos en este instante, y no necesariamente describe el proceso pues el proceso
está detrás de todo ello; así pues si describes el proceso es que estás inmerso
en otro proceso. La subjetividad es nuestro sello diferenciador como especie.
Observarse es
muy revelador, pues revela como vemos el mundo en ese momento.