Hace unas pocas horas veía un programa en la TV en la que
unos neorocientíficos hablaban de algunos comportamientos del cerebro humano. La
verdad es que quién no ha visto en los últimos años algunos de estos programas.
En un momento del documental, uno de los científicos dijo que el cerebro
preestablece patrones de comportamiento continuamente como resultado de la
constante combinación de la información recibida del mundo exterior. Dicen
haber descubierto que instantes antes de tomar una decisión, esta ya fue
tomada.
Con algunos de estos razonamientos aún
frescos me acosté, y unas pocas horas después me he despertado y he comprobado en
ese estado de “duermevela” como la mente ha establecido a la velocidad del rayo
la secuencia de acontecimientos con los que comenzaría el día. A la misma
velocidad me he dado cuenta de que estos chocan frontalmente con la realidad de
cada momento. Nuestro sistema cerebral propone soluciones estándar a problemas siempre
nuevos. Eso genera una angustia considerable y es generador de conflicto,
violencia y esfuerzo, no sólo en uno mismo sino que lo extendemos a la sociedad.
¿Es inevitable?
Mientras el cerebro-mente gana tiempo
con dicha estrategia, que pretende salvaguardar la vida y prolongarla lo máximo
posible a cualquier precio, busca una solución para paliar las crisis y
entonces crea el futuro como una recombinación de elementos del pasado
almacenados en forma de recuerdos existentes en la memoria. ¿Qué determina la
combinación de pensamientos en cada momento?
Así pues el pensamiento actúa en
capas más profundas que de no estar muy atentos pasan desapercibidas. Eso
indica que nunca o casi nunca funcionamos en “modo manual”, porque la entidad
que llamamos “el yo” constituye un complejo programa que determina el comportamiento
frente a los hechos de la vida; programa que no puede paliar el conflicto de
intereses y que luego se propaga en nuestras relaciones sociales.
Así que cuando entramos en crisis
existencial más o menos profunda solemos paralizar en determinados momentos el
sistema descrito, y ante el vacío, la soledad y el vértigo que sentimos, nos
solemos asustar tanto, que nos abandonamos al programa de supervivencia para
que nos conduzca nuevamente a la senda del más puro condicionamiento, donde
encontramos seguridad.
Nos corresponde ser serios para
terminar dándonos cuenta de los resultados personales y sociales de tales
comportamientos. El cambio radical llegará si ese darse cuenta es verdadero.